¿AFECTAN LOS DIVORCIOS AL MEDIO AMBIENTE?

 

 

 

 

He tenido la oportunidad de acceder a un estudio realizado por la Universidad de Michigan (EE.UU.), en el que se analiza el impacto medioambiental que el creciente número de divorcios viene produciendo de una manera casi imparable, estudio que por lo demás incluye interesantes valoraciones sobre el futuro de una sociedad cada día más desmembrada y que, creo, puede interesar a todos quienes nos dedicamos al mundo del Derecho en la especialidad de Familia.

Es evidente que el divorcio significa habitualmente la apertura de un nuevo hogar, con todas las consecuencias que ello puede producir, tales como la adquisición de nuevo mobiliario, procurar energía para la nueva residencia, agua, comodidades… todo lo cual va a suponer un importantísimo aumento del consumo de recursos, y en consecuencia una evidente incidencia en la contribución directa del cambio climático.

Como consecuencia del divorcio de una pareja, la vivienda que constituía el domicilio habitual se deberá dividir, saliendo uno de los miembros de la misma, para instalarse en una nueva casa, por lo general no excesivamente pequeña ya que presumiblemente en la misma también deberán vivir los hijos que hayan quedado con el otro progenitor. Esta situación, hasta ahora poco analizada en cuanto a sus consecuencias directas o indirectas, implicará un mayor uso del suelo, más materiales para su construcción, adquisición de nuevos electrodomésticos, aire acondicionado, nevera (que antes consumía energía para enfriar alimentos de una familia, y ahora lo hace para uno solo), gasto de todo tipo de productos de limpieza, etc.

El estudio —elaborado por Eunice Yu y Jianguo Liu— señala que los hogares de divorciados en Estados Unidos consumieron de un 42% a un 61% más recursos por persona que cuando convivían en la vivienda conyugal. Si se hubieran mantenido juntos, sin el divorcio, los norteamericanos se hubieran ahorrado 38 millones de habitaciones, 73.000 millones de kilovatios/hora de electricidad, y unos dos billones de litros de agua sólo en el año 2005.

Por lo que se refiere a España, este crecimiento implicó la estabilización de 157.494 hogares extras, debidos a los divorcios que se produjeron en nuestro país en el año 2000, cifra ésta que representa el 3.6% de todos lo hogares.

En el estudio se realiza un análisis de las características fundamentales de los nuevos hogares que se crean como consecuencia de la disolución de los matrimonios, entre las que cabe destacar que en las viviendas de los divorciados vive habitualmente menos gente que en la que fue la conyugal; que suele ser algo más pequeña, y que tal vivienda es una voraz consumidora de espacios. Por ejemplo, en los doce países en los que se realizó el estudio, y concretándonos al año 2000, los hogares de divorciados ocupaban entre un 35% y un 95% más habitaciones por persona que las viviendas de los casados. Igualmente se calcula que las viviendas de estos divorciados, que han tenido que dejar el hogar conyugal, gastaron entre un 46% y un 56% más de consumo de agua o de electricidad, que en los hogares de casados, por cada uno de estos recursos.

Evidentemente cuando el divorciado reinicia una relación de pareja, y ésta se estabiliza como consecuencia de una nueva unión, este impacto comienza a menguar, sin embargo el número de divorcios, en su curva ascendente, implica que siempre tal alternativa, la de la nueva pareja, quede por debajo de las rupturas, con lo que el impacto medioambiental del que hablamos no cesa.

La tendencia de la mayoría de los países industrializados del mundo es el aumento espectacular de las rupturas matrimoniales, y además cada vez más temprano (matrimonios de duración inferior a los diez años), lo que implica un aumento del consumo de recursos cada vez más escasos y cruciales para garantizar la sostenibilidad del medio ambiente, tales como el agua, el suelo, la energía, ya que a mayor consumo por persona, implicará que el habitante en la vivienda de divorciados genere también más residuos sólidos, líquidos y gaseosos, los cuales contribuyen sin duda a los cambios ambientales globales, como el cambio climático y la pérdida de la biodiversidad.

Y a todo ello debemos añadir, por experiencia de  clientes que hemos tenido en el despacho, que la separación y el divorcio produce efectos casi instantáneos sobre el consumo de recursos y la generación de desechos que, de no haberse producido la ruptura no se darían, tales como el reemplazamiento de bienes comunes que se tiran a la basura, compras de nuevos elementos para la nueva casa, etc.

Otro elemento también a tener en consideración es que no sólo el divorcio viene contribuyendo a la reducción del tamaño de los hogares, y en consecuencia a la existencia de un volumen mayor de los mismos, ya que a ello hay que añadir el descenso de viviendas donde conviven varias generaciones, el retraso en el primer matrimonio, o el aumento de las familias monoparentales.

Se podrá exponer que cualquiera tiene derecho a elegir el tipo de vida que desee, es algo legítimo, pero creo que, ante la dimensión de la agresión ambiental que supone el desproporcionado aumento del número de divorcios, habrá que encontrar soluciones hoy desconocidas, ya que la sostenibilidad medioambiental, en países superdesarrollados no lo puede mantener.

El estudio concluye su investigación con una especie de advertencia: «Todo lo que promueva y consiga mantener estilos de vida eficientes desde el punto de vista del consumo de los recursos, ayudará a reducir el gasto de los hogares, a contener el derrame urbano y contribuirá a la sostenibilidad ambiental global. Son decisiones difíciles, por supuesto, pero son las que nuestro estilo de vida nos obliga a tomar».

Desde mi punto de vista un artículo interesante que da para pensar.

MIÑARRO ABOGADOS